domingo, 6 de mayo de 2012

Simplement, "la vie en rose"


Antes de ver la película sólo sabía que Edith Piaf era: cantante, francesa, de mediados del siglo XX, ícono de la música francófona y entre sus canciones estaba -la ahora cantada por Carla Bruni- “Non, Je Ne Regrette Rien”.

Ver una película basada en la vida real puede resultar un tanto riesgoso, es que no se puede esperar que una película sobre la vida de alguien sea exactamente la vida de aquella persona, y  mucho menos que aborde todos los aspectos que influyen en que ese alguien sea “ese” y no otro. Creo, entonces, que el hecho de conocer prácticamente nada de Edith Piaf fue un gran punto a favor, pues la comencé a ver sin prejuicios.

“La vie en rosa” –titulo de una de las canciones de Edith- es un película absolutamente sensible a los amargos momentos de la cantante: su cruda infancia marcada por constantes separaciones de quienes la cuidaban, la meningitis que la dejó ciega temporalmente, su canto en las calles y cabaret de Paris, su amor (más que nada, su desamor), su adicción a la drogas y al alcohol, su fuerte dependencia a la morfina (la que la llevó a un grave deterioro en su cuerpo y tempranamente a su muerte) y, por sobre todo, su soledad.

En un comienzo la película me parece un tanto desagradable, “que pesá la mina” pensaba cuando mostraban a la cantante en su máximo periodo de gloria, pero a medida que avanzaba la historia intentado introducirse en lo más íntimo del personaje comencé a sentir mayor empatía por Edith Piaf cuya pasión en su vida era cantar, incluso cuando su cuerpo peleaba por no hacerlo.

Ni siquiera me referiré a la actuación de Marion Cotillard, a la fotografía, a la música de la película, ni mucho menos a la voz de “La Môme” porque simplemente es increíble.

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